Una máquina que decide qué noticias nos interesa leer, cómo nos gustaría leerlas o qué productos estaríamos dispuestos a comprar...
No es extraño que nos parezca ciencia ficción. En la literatura encontramos muchos ejemplos de esta posibilidad. Como el sintetizador de canciones de George Orwell en 1984 que mezclaba una serie de frases típicas de las canciones, eligiendo unas u otras según los sentimientos que desease producir. O como el gramaticón de Roald Dahl que escribía desde reseñas de libros o artículos de revista a novelas de 1000 páginas. En estos relatos siempre se escondía una sombra terrorífica: la visión de que la humanidad no notaba la diferencia con las producciones humanas, e incluso las preferían a las producciones humanas.
No es extraño, digo, que nos parezca ciencia ficción. Lo extraño es que nos resulte normal, cotidiano, que no nos sorprenda, que incluso lo asumamos como parte lógica de nuestro futuro inmediato.
Creo que es de suma importancia que valoremos críticametne el hecho de que un programa informático, que una máquina, tenga el poder de decidir qué me interesa ver, hacer o comprar... ¡Y acierte!. A mí me da miedo comprobar como google acierta con precisión mis búsquedas en casa pero no en un ordenador público.
Por un lado la cantidad de información nuestra que se almacena en la red de forma oculta (qué páginas visito, qué noticias leo, en qué blogs escribo, a qué horas me conecto, con qué personas contacto...). Y por otro quién tiene los derechos de esa información y con qué fines se utiliza. El poder que se maneja es enorme. Y los beneficios económicos que pueden suponer incalculables.
La máquina me devuelve los resultados en base a mis gustos, y ¿por qué no? también en función de los parámetros introducidos en el software. Desde qué restaurantes encuentro en una zona al orden en el que me aparecen los vuelos a mi lugar de vacaciones. Desde a qué noticias tengo acceso hasta el enfoque de esas noticias. Desde qué necesito o cuanto estoy dispuesto a pagar. A qué opino sobre un tema o si eso modificará mis hábitos de consumo o mi intención de voto.
No soy libre de decidir porque la máquina decide por mí. No soy libre desde el momento en el que el software me da una información sesgada de mi búsqueda. Y sería muy inocente pensar que los criterios para discriminar mi búsqueda no están influenciados por otros intereses que no sean los míos.
Con esto no estoy diciendo que esté en contra de utilizar los sistemas de búsqueda. Lo que pretendo es acentuar. Primero que los resultados de esa búsqueda son sesgados. Segundo que dejamos mucha información cada vez que utilizamos la red. Y tercero que quien maneje todos los datos disponibles puede obtener grandes beneficios económicos.
Me parece muy acertado el comentario de un compañero que señaló el deseo de los espectadores de ver en las noticias sus propias opiniones. Como valoran la veracidad de las noticias que se comentan, pero sobre todo el enfoque del comentario.
ResponderEliminarNo hay más que ver el éxito que tienen los medios de posiciones ideológicas declaradas: políticas, deportivas, monárquicas... Como la gente prefiere que le cuenten un partido, que seguramente haya visto, desde el punto de vista de su equipo que en prensa nacional. Independientemente de que no se modifique el resultado del enfrentamiento.